jueves, 3 de febrero de 2011

La historia de un cacique...

Corcel a contra luz

 Escrito en Marzo 30, 2009


De pequeña tenía adoración por lo perros y los caballos, tanto así que mi padre me inscribió en cursos de equitación y para mi sorpresa me regaló una yegua alazana que se llamaba "Brasa". Además de ella, teníamos tres más, un potro de rodeo hermoso llamado "Moro", otro de polo que tenía por nombre "Bayo" y una yegua de paseo que por su color ruano tan especial fue bautizada como "Frutilla" (Fresa). Esta última estaba preñada pero tuvo la mala suerte de envenenarse con unos malos pastos, pudieron salvar al potrillo, pero ella murió.
Todos se preguntaban, qué harían con el potrillo recién nacido. Dije sin titubear que yo me encargaría; tenía 10 años entonces y me llevé el potrillo a casa, lo amarré al guindo y fui a prepararle un biberón de leche.
Al comienzo, el pobre estaba tan nervioso que no me dejaba acercar para alimentarlo y decidí sentarme como a un metro y quedarme ahí callada mirándolo. Cada cierto rato avanzaba un poco y volvía a quedarme quieta, hasta que después de una hora estaba sentada junto a él y le acariciaba sus patitas. Al acercarle el biberón se asustaba, por lo que me eché un poco de leche en la mano y se la acerqué al hocico. Recién ahí comprendió que quería alimentarlo y se bebió ansioso todo su biberón.
Del biberón pasó a la botella de cerveza con chupete y luego a los baldes de leche, iba creciendo hermoso y ya no necesitaba estar atado porque estaba conmigo y mis hermanos casi todo el día como un perro faldero. Lo sacaba de casa a un cerro que quedaba en frente y ahí lo dejaba correr libre para que desahogara todas sus energías. Era una maravilla verlo moverse en esas praderas, levantar patas y corcovear para luego con un silbido y su nombre gritado al viento llegara corriendo a mi lado para volver tranquilo a casa. No hubo necesidad de domarlo, le fui enseñando a resistir peso muy de a poco y más adelante, el uso de las riendas.
La experiencia con mi "Cacique" fue hermosa, desgraciadamente al tiempo tuvimos que deshacernos de todos los caballos y mi amigo tuvo que marcharse de mi lado muy a mi pesar, recuerdo que lloraba a mares a mi madre para que me lo dejara, le decía que trabajaría para conseguirle su comida, pero claro, sólo tenía unos doce años para entonces y nadie me hizo caso. Quiero pensar que lo quisieron, que lo trataron bien. Quiero recordarlo corriendo hermoso por esas praderas. Quiero pensar que me recordaba.

2 comentarios:

  1. Katyta que bella historia de Cacique, me ha encantado, seguro que como el caballo es un animal tan fiel y noble, quizá él también pueda recordar a esa niña que le cuidó y quiso tanto.
    Un beso, ha sido un placer pasar por tu blog.
    Vilma Vlems

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  2. Que lindo verte por aquí amiga, como verás estoy recuperando escritos antiguos, poco a poco lo voy armando... de todo un poco... de todo lo que me gusta.
    Gracias por comentar. Besos

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Gracias por dejarme tu opinión... besos.