lunes, 31 de enero de 2011

CUENTA ATRÁS.

La cuenta atrás se había iniciado.
Salió corriendo como si lo persiguiera el diablo. A toda velocidad atravesó el jardín, entró a la casa y buscó con la mirada el lugar propicio para esconderse. El salón no le pareció apropiado y se fue rápidamente hasta su habitación.  Bajo la cama sería el primer lugar donde lo buscarían –pensó.  Abrió el armario y se metió bien al fondo, se echo encima los zapatos que se encontraban  en el piso y ordenó las ropas que colgaban para que se quedaran por delante de él.  Con una mano, y en total silencio, cerró como pudo la puerta corredera.
Sintió los pasos acercarse. Su corazón latía tan fuerte que pensaba que lo escucharían en toda la casa. Intentó calmarse, se tapó la boca y la nariz, para evitar que su agitada respiración  acusara su posición.  Estaban ahora en la habitación y lo buscaban como unos desesperados.  Sentía en silencio como removían todo y maldecían a los cuatro vientos por no encontrarlo.   Abrieron la puerta del armario y su corazón se paró por unos segundos.  No lo vieron.   Cuando sintió que los pasos se alejaban, un profundo suspiro manó de su interior. Observó hacia la habitación abriéndose paso a través de los ropajes y al no ver a nadie, salió de ahí intentando no hacer demasiado ruido.  Dio unos pasos largos hasta la ventana y miró sigiloso a través de las finas cortinas, para asegurarse que no estaban aquellos que lo buscaban por el jardín. Al no ver a nadie, abrió despacio la ventana, saltó el escaso metro que lo distanciaba del suelo de tierra y comenzó a correr a toda velocidad hacia el gran árbol que había en el centro del jardín.  Mientras corría miraba hacia atrás, pensando que en cualquier momento una mano podría agarrarlo y terminar ahí atrapado, pero no fue así.  Pudo llegar al árbol, se abrazó a él como si fuera su ángel protector, miro a su alrededor, dibujó una mueca de sonrisa en su cara y gritó con todas sus fuerzas:
¡SALVADO!
Izan, verano  2010 en el poblado cántabro.

domingo, 30 de enero de 2011

Títulos que se unen.

Mientras cargo las pilas de mi inspiración, uso mi ingenio y les dejo aquí un pequeño escrito hecho de títulos de libros que existen en mi estantería unidos o enlazados, con palabras sueltas que le den cierto sentido Espero sea de su agrado...

viernes, 28 de enero de 2011

MIS FOTOGRAFÍAS


"El baúl de los recuerdos"


  • Escrito en Marzo 4, 2009

Soy una soñadora empedernida, una enamorada de las palabras, de los paisajes y de la música. Mi mente es un baúl inmenso lleno de momentos, instantes tristes y hermosos que atesoro como joyas preciosas que nadie jamás podrá robarme. Suelo a veces abrirlo y hurgar en él para ver qué encuentro, en ocasiones lloro o me siento invadida por la nostalgia, en otras río a carcajadas, pero siempre SIENTO y eso es lo más hermoso de mi baúl.

Hoy he estado metiendo mi mano en él y encontré una canción que me trasladó directamente al gran salón que teníamos en la casa familiar, ese salón era inmenso pero tenía una calidez exquisita, había en él un gran sofá al lado de una chimenea de cobre martillado que hoy -en mi recuerdo- se encuentra encendida. Me encuentro extendida sobre la mullida alfombra mirando juguetear las llamas y oliendo ese aroma maravilloso de la leña un poco húmeda al quemarse. La luz está apagada, me gusta así, solo ver el efecto del resplandor, el juego de luces y sombras de aquellas llamas, parecen formar figuras que danzan al ritmo de la bella melodía que suena en el viejo tocadiscos. Mientras, intento entre las emociones que me ofrece ese hermoso momento, plasmar mis sensaciones en mi desvencijado diario de vida. Supongo que lo hago para poder algún día, como hoy, abrirlo y volver a sentir ese calorcillo agradable al ritmo de esta vieja melodía que aún hoy después de tantísimos años, me emociona.
 
 
 

jueves, 27 de enero de 2011

Ella es el viento...es todo. (Dedicado a mi madre)


  • Escrito en Febrero 23, 2009.

 Quisiera presentarles la figura de mi madre. De antemano pedirles perdón porque es un tema muy personal y doloroso; su  muerte  fue algo que me costó muchos años superar, pero ahora puedo hablar de ello tranquila aunque inevitablemente se me caiga alguna lágrima en el proceso.

Mi madre se llamaba Mireya, falleció ya hace aproximadamente quince años, murió joven aquejada de una metástasis que abarcaba todo su cuerpo. El cáncer se le presentó muy joven, no más tenía 38 años y justamente a esa altura de la vida esperaba a mi hermana pequeña y quizás por lo mismo, se aferró a la vida como pudo y luchó continuamente para poder gozar esa maternidad tardía, que fue una sorpresa en su vida, un regalo que pudo disfrutar hasta sus casi dieciocho años.
 
A pesar de su enfermedad y de los horrorosos tratamientos que tenía que hacer, ella nunca perdía su inagotable sonrisa, su pensamiento positivo y optimista, disfrutaba de cada instante, hacía cursos de pintura, de cocina y cada Domingo nos agasajaba a todos los hijos y nietos con sus manjares exquisitos. Velaba incansable por todos nosotros, sus hijos eramos su tesoro más preciado, estaba siempre al tanto de nuestras vidas, nos aconsejaba y nos mimaba siempre como si fuéramos críos.
 
Tenía mi madre un humor increíble, cuando quedó calva por los tratamientos, lejos de sentirse mal, lo primero que hizo fue ir a una tienda especializada y comprarse tres pelucas, así un día salía de pelirroja, al otro de castaña y terminaba la semana de morena muerta de la risa. Contaba con gran jocosidad que un día que salió de compras con su peluca de turno, la sorprendió un viento de los "mil demonios" y la peluca salió volando por la acera dando tumbos y ella sin vergüenza alguna, corría detrás de ella para alcanzarla como cuando a los niños se le escapa un globo.
 
En sus últimos meses de vida, recibía tratamiento alternativo en casa, yo solía estar con ella en esos momentos, verla sufrir más por los tratamientos que por la propia enfermedad me producía arcadas, tenía que escaparme al baño a vomitar mientras pensaba llorosa...¿cómo puede soportarlo?
 
Tenía ella su idea de la existencia, pensaba que éramos espíritus ocupando cuerpos hasta lograr ciertas metas, que nuestra vida era subir peldaños, que cuando el cuerpo moría, el espíritu pasaba a otra fase y si quedaban metas pendientes volvía en otra vida, en otro cuerpo cerca siempre de los seres amados para continuar su crecimiento, para seguir escalando aquellas gradas que llevarían el espíritu a un estado superior. Conversamos muchas veces de ello y siempre me decía: "cuando me muera, no me lloren, porque si lo hacen harán más difícil el irme".
 
El 20 de Abril de 1994 la tuvieron que internar, el médico le hizo una serie de pruebas y cuando salió de la habitación nos dijo que no había nada más que hacer, que sería cosa de horas o un par de días cuando mucho, que no había cura posible. La verdad es que esas palabras me derrumbaron, sabía que estaba muy enferma, habíamos hablado de muerte tantas veces, pero aunque quieras prepararte...jamás lo estás.
 
No se como llegué aquella noche a mi casa, manejaba el coche bañada en llanto. Como pude acosté a mi hijo el mayor que para entonces sólo tenía 5 años, me tomé algo para tranquilizarme e intenté dormir para poder salir temprano a la clínica, pero en la noche sucedió algo, mientras pretendía dormir entre sollozos sentí claramente la voz de mi madre cantarle una canción de cuna a mi hijo y decirle como siempre lo hacía: "que duermas con los angelitos y con la abueli al ladito", pensé claramente que mi madre había fallecido y que su bello espíritu nos hacía una visita antes de marcharse y rompí en llanto hasta que sentí el calor de su mano en la mía y me dijo que no llorara que me acordara de lo que me había dicho. No podía, sentía que le fallaba al no poder dejar de llorar, pero era imposible, el dolor era demasiado grande.
Por la mañana muy temprano me fui a la clínica y fue tan grande mi sorpresa al verla sentada en su cama, con mejor cara, que no lo podía creer. La abracé, la besé, le acaricié las manos y a los pocos segundos comenzó a toser, no podía parar así que llamamos al médico, nos hizo salir y cuando volvió de la habitación nos dijo que mi madre había fallecido, mi alma se me partió en pedazos y sólo atiné a abrazarme a mi hermano con el cual compartí ese momento de profundo dolor.
 
Por años, cada Domingo, visitaba su tumba, le dejaba flores y me quedaba sentada al lado de su lápida contándole sin hablar todo lo que me había pasado en la semana, por años cada 11 de Marzo, que era su cumpleaños, acudía ahí y le dejaba una tarjeta escrita y para Navidades compraba un pinito pequeño y se lo llevaba.  

Tuvieron que pasar cerca de cinco años tras su muerte para que yo asumiera que ella estaba en todo lo que me rodeaba. Ahora puedo decir que mi madre es el aire que respiro,  la flor que abre su capullo,  el trino de los pájaros y la nube colorida del atardecer. Ella es el viento que desordena mis cabellos, el rayo de sol que me calienta y la lluvia que baña los campos, ella está en todo cuanto observo y toco, ella está en mis hijos y en mi misma y cómo no, también en estas palabras que hoy escribo. 


ATARDECER

"Atardecer en Barcelona"


"Vemos la luz del atardecer anaranjada y violeta porque llega demasiado cansada de luchar contra el espacio y el tiempo."
Albert Einstein

miércoles, 26 de enero de 2011

"Noche romántica al son de un bolero"




Eran cerca de las once de la noche, me cansaba de estar amodorrada en el sofá viendo estériles programas televisivos, la noche estaba hermosa, la luna llena iluminaba la ciudad con sus destellos y las estrellas parecían erigir un aura a su alrededor. Decidí que esa noche tenía que ser especial. Sin decir nada me fui a la habitación, saqué del armario un vestido rojo largo que nunca usé, calladamente me lo puse, lo acompañé de unas sandalias negras de taco alto, sigilosamente tomé rumbo al aseo, recogí mi cabello, coloqué en mi cuello un par de gotitas de perfume y pasé como una gacela hacia la cocina, creo que él ni me vio porque no sentí palabra alguna. Cogí una botella de Cava, dos copas y aparecí en el salón. Sus intensos ojos se abrieron enormes y algo consternado, creyendo que había olvidado alguna fecha importante, me preguntó: "¿Qué pasa?, ¿se celebra algo?", Le tranquilizo diciendo que no, que sólo quiero una noche diferente, romántica, sensual, de esas que no se olvidan con el tiempo. Sirvo las dos copas de cava, bajo la intensidad de la luz, y dejo una suave música sonando en el equipo. Me siento a su lado, nos miramos, él está ligeramente aturdido, entonces elevo la copa y le digo: "Brindemos por este amor que nos une, porque cada día sea más intenso y duradero". Suenan las copas al contacto del brindis, bebemos un sorbo, nos besamos... Sus besos me conducen a paisajes oníricos desde donde nos llega una canción, un bolero.... Le digo: "¿Bailamos?"
Solos en el salón, a media luz, acercamos nuestros cuerpos mientras escuchamos: "Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir, te quiero, te adoro, mi vida..."
Somos dos cuerpos fundidos en uno, dejándonos llevar por el romanticismo de ese bolero entre nubes y algodones. Su boca se acerca a mi cuello y deja su estampa, mi perfume enaltece sus ánimos y siguiendo la música, a ritmo de baile, los pasos nos conducen a la habitación. Suavemente baja la cremallera de mi vestido mientras, a cámara lenta, yo desabotono su camisa. El vestido cae por los suelos, nos quedamos desnudos, y, entre susurros, besos, caricias y espasmos, la noche se hace día.
Se abren mis ojos y miro el entorno bajo la tenue luz del amanecer, mientras esbozo una sonrisa recordando esos momentos. El vestido sigue en el suelo, la música sigue sonando -el equipo se ha quedado encendido la noche entera sin darnos cuenta-, me levanto y al pasar por el salón, veo las copas, el cava vacío..., los restos de la noche romántica y sensual... 
Todo ha sido un loco juego ideado por mi imaginación.

Texto: Karyn Huberman
Música: Dos gardenias para ti. Machin.

SUEÑOS VOLANDO.

"Sueños volando"  Fotografía en blanco y negro.

Ves cosas y dices,"¿Por qué?" Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo, "¿Por qué no?".
George Bernard Shaw (1856-1950) Escritor irlandés.

Cubo de pinturas.

Imágenes de obras de autor de la Red Órbita Literaria que administro.


El libro que me impactó.

"Indígena" Óleo sobre cartón.
Hace muchos, pero muchos años, leí un libro que me impactó, yo tenía entre 12 y 14 años, en mi casa proliferaban los libros de todo tipo y yo era una entusiasta lectora. Tomé de la estantería uno sin preguntar nada y me lo llevé a mi habitación para comenzar su lectura, su nombre: "La isla de las tres sirenas" de Irving Wallace. Recuerdo que me extasiaba su lectura, su autor extremadamente detallista me posicionaba casi dentro de su novela y me hacía vivir las emociones de los personajes que a cada minuto eran más intensas.

La verdad es que este libro no era apto para mi edad, yo estaba entrando en la época de la adolescencia y cada secuencia amorosa y sexual me dejaba encandilada, me sentía como una intrusa dentro de la escena observando detrás de una leve cortina todas esas representaciones de sexo increíblemente hermosas entre occidentales y gente de la tribu perteneciente a la isla en cuestión.. La mezcla de culturas, me resultaba fascinante, occidentales entre seres libres, desnudos y sin trabas, aislados del mundo, dejándose llevar por sus instintos. Hombres y mujeres penetrando por un momento en las vidas de pueblos exóticos y convirtiéndose, aunque sea por un breve instante, en parte integrante de los mismos.

Han pasado muchos años desde su primera lectura, lo he repetido dos o tres veces más a lo largo de mi vida y, claro, cada vez me sorprendía menos, sin embargo sigue siendo para mí el libro que me abrió los ojos, aun lo tengo conmigo, ya casi descosido de tanto manosearlo y guardo de él el recuerdo de una frase que siempre resuena en mi mente:

"Yo también te quiero. Te necesito. Te necesito esta noche y mientras existan noches y existamos nosotros dos sobre la tierra."


Una novela idílica que ha sido parte de mi vida.


 
© Karyn Huberman. 2009.