miércoles, 26 de enero de 2011

"Noche romántica al son de un bolero"




Eran cerca de las once de la noche, me cansaba de estar amodorrada en el sofá viendo estériles programas televisivos, la noche estaba hermosa, la luna llena iluminaba la ciudad con sus destellos y las estrellas parecían erigir un aura a su alrededor. Decidí que esa noche tenía que ser especial. Sin decir nada me fui a la habitación, saqué del armario un vestido rojo largo que nunca usé, calladamente me lo puse, lo acompañé de unas sandalias negras de taco alto, sigilosamente tomé rumbo al aseo, recogí mi cabello, coloqué en mi cuello un par de gotitas de perfume y pasé como una gacela hacia la cocina, creo que él ni me vio porque no sentí palabra alguna. Cogí una botella de Cava, dos copas y aparecí en el salón. Sus intensos ojos se abrieron enormes y algo consternado, creyendo que había olvidado alguna fecha importante, me preguntó: "¿Qué pasa?, ¿se celebra algo?", Le tranquilizo diciendo que no, que sólo quiero una noche diferente, romántica, sensual, de esas que no se olvidan con el tiempo. Sirvo las dos copas de cava, bajo la intensidad de la luz, y dejo una suave música sonando en el equipo. Me siento a su lado, nos miramos, él está ligeramente aturdido, entonces elevo la copa y le digo: "Brindemos por este amor que nos une, porque cada día sea más intenso y duradero". Suenan las copas al contacto del brindis, bebemos un sorbo, nos besamos... Sus besos me conducen a paisajes oníricos desde donde nos llega una canción, un bolero.... Le digo: "¿Bailamos?"
Solos en el salón, a media luz, acercamos nuestros cuerpos mientras escuchamos: "Dos gardenias para ti, con ellas quiero decir, te quiero, te adoro, mi vida..."
Somos dos cuerpos fundidos en uno, dejándonos llevar por el romanticismo de ese bolero entre nubes y algodones. Su boca se acerca a mi cuello y deja su estampa, mi perfume enaltece sus ánimos y siguiendo la música, a ritmo de baile, los pasos nos conducen a la habitación. Suavemente baja la cremallera de mi vestido mientras, a cámara lenta, yo desabotono su camisa. El vestido cae por los suelos, nos quedamos desnudos, y, entre susurros, besos, caricias y espasmos, la noche se hace día.
Se abren mis ojos y miro el entorno bajo la tenue luz del amanecer, mientras esbozo una sonrisa recordando esos momentos. El vestido sigue en el suelo, la música sigue sonando -el equipo se ha quedado encendido la noche entera sin darnos cuenta-, me levanto y al pasar por el salón, veo las copas, el cava vacío..., los restos de la noche romántica y sensual... 
Todo ha sido un loco juego ideado por mi imaginación.

Texto: Karyn Huberman
Música: Dos gardenias para ti. Machin.

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